En el Hospital del Guasmo, el más grande de Guayaquil, una mujer ofrece agua, insulina o jeringas a gritos, tratando de vender lo poco que tiene a los familiares desesperados de los pacientes. «¡No tienen nada!», clama un hombre mientras espera afuera. Dentro, una madre llora porque no tiene 115 dólares para comprar las sondas que necesitan sus gemelas prematuras, nacidas de solo 24 semanas. «Sin eso, no sobrevivirán», le han dicho los médicos.
Esta escena se repite en todo Ecuador, donde el sistema de salud está al borde del colapso. En el Hospital de Macas, en la Amazonía, una madre indígena achuar recibió a su hija muerta en una caja de cartón, sin dignidad ni respeto. La niña, de apenas un mes, había ingresado por fiebre y tos. «La devolvieron así, como si fuera un objeto», denunció un familiar.
Un sistema que no funciona
El Ministerio de Salud admite que el abastecimiento de medicamentos en los hospitales del país no supera el 61%, pero en centros como el Hospital del Guasmo apenas llega al 41%, y en el Monte Sinaí de Guayaquil, no pasa del 18%. «Estamos en una emergencia humanitaria», advierte Santiago Carrasco, presidente de la Federación Médica Ecuatoriana.
La crisis se agrava por cinco cambios de ministro en dos años, todos sin experiencia, nombrados solo por cuotas políticas. El presidente Daniel Noboa intentó resolver el problema nombrando a la vicepresidenta María José Pinto como máxima autoridad del Ministerio, pero no hay claridad en sus funciones. Pinto, una empresaria textil, ya dirigía una comisión para evaluar la crisis sanitaria, pero nunca se conocieron sus resultados.
Pacientes renales: Abandonados a su suerte
Alejandro Solano, un paciente con insuficiencia renal, relata su drama: «Necesito diálisis tres veces por semana. Cada sesión cuesta 1.500 dólares, y si no me la hacen, muero». Los hospitales públicos no dan abasto, por lo que muchos son derivados a clínicas privadas que el Estado no paga a tiempo. «Una vez llegué y la clínica estaba cerrada. Nos están condenando a morir», denuncia.
Según Solano, quien lidera una asociación de pacientes renales, 300 personas han muerto en Guayaquil en el último año por falta de tratamiento. «Sabemos que podemos ser los próximos», dice con dolor.
Un presupuesto que existe solo en el papel
En 2023, el Ministerio de Salud tenía un presupuesto de 4.300 millones de dólares, pero en 2025 se redujo a 2.798 millones, y de ese monto, solo se ha ejecutado el 45%. «El dinero está asignado, pero no llega a los hospitales», explica Carrasco. Para 2026, la Asamblea aprobó un presupuesto de 5.136 millones, pero no se sabe de dónde saldrán los fondos.
Protestas que nadie escucha
Los pacientes renales han salido a las calles a protestar, pero no hay respuestas. Mientras, el Ministerio anunció una «auditoría interna», pero sin acciones concretas. «Nos están matando poco a poco», sentencia Solano.
Ecuador enfrenta una crisis humanitaria: cadáveres en cajas de cartón, hospitales sin medicamentos y un sistema que no protege a sus ciudadanos. La pregunta es: ¿Hasta cuándo seguirá así?
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